lunes, 2 de julio de 2007

Una historia de sexo, drogas y Rock and Roll: MetallicA me posee (Vol.1)


Bueno, bueno, hace la releche que no escribo nada en este rinconcito donde suelo dejar caer mis paranoias cotidianas. Esta ocasión lo merece, puesto que he asistido a uno de los más grandes conciertos que yo recuerdo; el directo de Metallica es A-CO-JO-NAN-TE. Así, sin más: De lo bueno que es, asusta.

Antes de comenzar la crónica he de mentar a la madre que parió a la policía portuguesa, la cual nos confiscó las cámaras a muchos de los que allí asistimos ¬¬...Pero eso era uun detalle infimo en comparación para lo que nos esperaba dentro del recinto.

Serían las 05:30 de la madrugada cuando emprendimos el viaje a Lisboa, unas tres horas que se me pasaron volando, yo sabía que teníamos que llegar, y llegariamos, costase lo que costase. Tras conseguir levantarme a esa hora intempestiva (con lo que yo mismo me sorprendí en un acto de fuerza de voluntad sin precedentes) consegui despejar el sopor que me decía: "Duermete...duermete..." y me coloqué el uniforme: mi flamante camiseta de Metallica aguardaba durante toda la noche colgada en una percha en la puerta. Suavemente me la coloqué y procedí a terminar de vestirme. Una vez echo eso, era hora de preparar la mochila: bocadillos, bebidas (alcoholicas y otras no tanto) cámara, MP3, papel y boli por si se presentaba la ocasión de algún autógrafo, algo para entretenerme en el viaje...etc. Cosas que uno lleva a los conciertos si se prepara bien.

El caso es que a las 06:07 hora zulú partimos hacia el país Luso, esta vez no a comprar toallas, sino a encontrarme con el mayor grupo que ha dado la historia de la música desde los 80 hasta acá. El caso es que cai en la cuenta de que, por arte de magia, una de las horas de viaje desaparecería, puesto que en Portugal es una hora menos que en España. Por lo que salimos a las 6 y llegamos a las 8, hora portuguesa. Llegamos a Lisboa y, tras cruzar el inmenso puente de dos kilometros y medio, más o menos a la mitad del puente divisé una zona con un escenario, repleta de casetas de colores y yo ya sabía que allí se celebraría el acontecimiento. Tras salir del puente, y cruzarnos toda la bahia del Tajo, llegamos a la puerta del Festival, gracias a las indicaciones de unos simpáticos jubilados portugueses, que tal y como comprobé, los jubilados se levantan a horas intempestivas en todos los paises.

La llegada a la puerta donde se celebraba el festival fue sencilla: como es natural, solo los españoles estamos tan locos como para ponernos a hacer cola a las ocho de la mañana de Lisboa en un festival que comienza a las cuatro de la tarde. Tras encontrarme con unos cuantos compatriotas, cai en la cuenta que TODOS llevabamos camisetas de Metallica, y todos hablabamos del grupo, del viaje, y sobre todo, nos tostabamos al sol, que en esa hora, y tan cerca del mar, nos abrasaba las neuronas de una manera que no era normal. La espera en sí se nos hizo algo larga, teniendo en cuenta que, literalmente, no habia nada que hacer hasta la hora de apertura. Los españoles estamos acostumbrados a no hacer nada, pero hombre, eso era demasiada vagancia.

Según se acercaba la hora, más gente se iba agolpando a las vallas, en su mayoría portugueses, pero algún "¡Hijo de puta!" o "¡Traeme cerveza, cabrón!" en perfecto castellano se escuchaba por ahi atrás. Por fín, a las tres de la tarde, hora portuguesa, comenzaron a llegar los organizadores y la policía. Los organizadores se colocaron en unna fila antes, para cortar las entradas, y luego, había otra fila en donde la policía lusa, aparte de mirarme la mochila y quitarme el tapón a la botella, nos cachearon a todos, descubriendo numerosas cámaras, las cuales quedaron retenidas hasta la salida del concierto. Una putada de las gordas, que se llama en España. Tampoco me detuve a maldecir demasiado porque sali escopetado hacia la primera fila del concierto. Y allí me quedé, pegado como una lapa a la valla, como si me fuera la vida en ello.

(Continuará!!)

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